Sábado, 20 de Abril del 2024
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INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA
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No temas, María, concebirás y darás a luz un hijo


   *María es mujer… joven… y pobre… sin títulos ni privilegios…

Es esposa de José, descendiente de David.

Ella vive en Nazaret, un pequeño y despreciado pueblo de Galilea.

¿De Nazaret puede salir algo bueno? pregunta Natanael (Jn 1,46).

Sin embargo, el proyecto de salvación que viene de Dios se realiza,

no desde el poder político, económico y religioso de Jerusalén,

sino desde los excluidos: El Señor mira la pequeñez de su servidora.

   *Dios envía al ángel Gabriel (=Dios es fuerte. Quién como Dios),

a casa de María (=Amada de Dios. Dios es mi Señor),

para decirle: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.

María se impresiona y quiere saber lo que significa estas palabras.

El ángel le dice: No temas, María, concebirás y darás a luz un hijo.

   *Temer…concebir… dar a luz… son tres aspectos que se relacionan

con el derecho fundamental de todo ser humano, el derecho a la vida.

Pues bien, en este tiempo de Adviento,

sigamos el ejemplo de María que acoge el don de la vida,

aceptando ser la madre de Jesús: Que se haga en mí lo que has dicho.

   *Acoger la vida es algo que se opone al problema del aborto.

¿Qué hubiera sucedido si José denunciaba o abandonaba a María?

Sin embargo, José -siendo hombre justo- escucha la voz de Dios:

José, descendiente de David, no temas llevar a María, tu esposa,

a tu casa; porque la criatura que espera es obra del Espíritu Santo.

Y dará a luz un hijo a quien pondrás el nombre de Jesús. Después,

José recibe a María su esposa y la lleva a su casa (Mt 1,18-25).

   *Hace muchos años, fui a visitar a una señora anciana y enferma.

Mientras conversábamos, ella me dice: Soy madre soltera.

El que le abrió la puerta es mi hijo, solo él me atiende día y noche.

Sin embargo, por consejos de otros, yo intenté varias veces abortarlo.

Ahora, antes de morir, ¿le puedo decir todo esto a mi hijo?

Guardamos silencio… Luego, juntos recitamos esta sencilla oración:

Bendita eres entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre

 

María, madre de los pobres

      Invoquemos a María, la madre de Jesús y madre nuestra,

con la oración -de gran actualidad- del Card. Pironio (1920-1998).

Virgen de la esperanza, Madre de los pobres,

Señora de los que peregrinan: óyenos.

Hoy te pedimos por América Latina,

el Continente que tú visitas con los pies descalzos,

ofreciéndole la riqueza del Niño que aprietas en tus brazos.

Un Niño frágil, que nos hace fuertes.

Un Niño pobre, que nos hace ricos.

Un Niño esclavo, que nos hace libres.

Virgen de la esperanza, América despierta.

Sobre sus cerros despunta la luz de una mañana nueva.

Es el día de la salvación que ya se acerca.

Sobre los pueblos que marchaban en tinieblas,

ha brillado una gran luz.

Esa luz es el Señor que tú nos diste,

hace mucho, en Belén, a medianoche.

Queremos caminar en la esperanza.

Madre de los pobres: hay mucha miseria entre nosotros.

Falta el pan material en muchas casas.

Falta el pan de la verdad en muchas mentes.

Falta el pan del amor en muchos hombres.

Falta el Pan del Señor en muchos pueblos.

Tú conoces la pobreza y la viviste,

danos el alma de pobres para ser felices.

Alivia la miseria de los cuerpos y arranca del corazón

de tantos hombres el egoísmo que empobrece.

Que los obispos tengan un corazón de padre.

Que los sacerdotes sean los amigos de Dios para los hombres.

Que los religiosos muestren la alegría anticipada del Reino.

Que los laicos sean, ante el mundo, testigos del Señor resucitado.

Y que caminemos juntos con todos los hombres,

compartiendo sus angustias y esperanzas.

Que los pueblos de América Latina

vayan avanzando hacia su liberación integral,

            por los caminos de la paz en la justicia.       Javier Castillo A.

 

ALÉGRATE

   El relato evangélico de la anunciación a María es una invitación a despertar en nosotros algunas actitudes básicas que hemos de cuidar para vivir nuestra fe de manera gozosa y confiada. Basta que recorramos el mensaje que se pone en boca del ángel.

   Alégrate. Es lo primero que María escucha de Dios, y lo primero que hemos de escuchar también nosotros. Alégrate: esa es la primera palabra de Dios a toda criatura. En estos tiempos, que a nosotros nos parecen de incertidumbre y oscuridad, llenos de problemas y dificultades, lo primero que se nos pide es no perder la alegría. Sin alegría, la vida se hace más difícil y dura.

   El Señor está contigo. La alegría a que se nos invita no es un optimismo forzado ni un autoengaño fácil. Es la alegría interior que nace en quien se enfrenta a la vida con la convicción de que no está solo. Una alegría que nace de la fe. Dios nos acompaña, nos defiende y busca siempre nuestro bien. Podemos quejamos de muchas cosas, pero nunca podremos decir que estamos solos, pues no es verdad. Dentro de cada uno, en lo más hondo de nuestro ser, está Dios, nuestro Salvador.

   No temas. Son muchos los miedos que pueden despertarse en nosotros. Miedo al futuro, a la enfermedad, a la muerte. Nos da miedo sufrir, sentimos solos, no ser amados. Podemos sentir miedo a nuestras contradicciones e incoherencias. El miedo es malo, hace daño. El miedo ahoga la vida, paraliza las fuerzas, nos impide caminar. Lo que necesitamos es confianza, seguridad, y luz.

   Has hallado gracia ante Dios. No solo María, también nosotros hemos escuchar estas palabras pues todos vivimos y morimos sostenidos por la gracia y el amor de Dios. La vida sigue ahí, con sus dificultades y preocupaciones. La fe en Dios no es una receta para resolver los problemas diarios. Pero todo es diferente cuando vivimos buscando en Dios luz y fuerza para enfrentarnos a ellos.

   En estos tiempo no siempre fáciles, ¿no necesitamos despertar en nosotros la confianza en Dios y la alegría de sabemos acogidos por Él? ¿Por qué no nos liberamos un poco de miedos y angustias enfrentándonos a la vida desde la fe en un Dios cercano?


José Antonio Pagola (1999)

 

 

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