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Visita pastoral a las parroquias de Andamarca y Santo Domingo de Acobamba
Wednesday 14 de August del 2013
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Esta vez los pies del pastor se dirigieron a Andamarca y Santo Domingo de  Acobamba, en las fronteras de los valles del Apurímac, Ene y Mantaro. El arzobispo Pedro Ricardo Barreto Jimeno, S.J., realizó una visita pastoral de tres días a estas localidades, del 7 al 9 de agosto.

Cuando el sol matinal se alzaba ardiente sobre las cumbres, a poco de su llegada a uno de los tres valles de esta zona prodigiosa, visitó las plantaciones de tara del proyecto de Cáritas Huancayo que impulsa este cultivo para promover un trabajo y una vida dignos para los pobres.

Primero estuvo en Uyo, donde constató la precocidad de esta planta de unos 15 centímetros que ya mostraba las primeras vainas, como una señal de buen augurio para sus propietarios; luego llegó al anexo de Matapa, en el que Mario Campos, su esposa Lucila Pahuacho y sus cinco hijos, en un ejemplo de unidad familiar, le mostraron sus más de 450 plantas bien cuidadas, de más de 90 centímetros, próximos a dar sus primeras cosechas en el siguiente año. Impresionó al arzobispo cómo una de sus hijas regaba con cuidado las plantitas.

Su itinerario continuó en Pucacocha, cuya comunidad también se encuentra dentro de los socios del proyecto y en cuyos terrenos se construirá la fábrica de procesamiento de la harina en una primera etapa, a un costo que supera los cien mil nuevos soles.

Allí, Raúl Navarro Quintanilla, presidente del Comité de Productores; Lili Palacios Hinostroza, del Consejo de Vigilancia de la Cooperativa de la Tara, y Antonio Unchupaico Arteaga,  presidente de la comunidad, expresaron su confianza en las bondades del proyecto para superar la pobreza.

Dijeron que Pucacocha se convertirá en un gran centro de acopio de todos los productores de la zona para darle un valor agregado que permita la comercialización a nivel nacional e internacional con mejores precios.

EN JERUSALÉN

La comitiva subió después a Jerusalén, encontrando en su chacra a don Alejandro y a su nieto en plena siembra; de regreso llegó al huerto de don Fèlix Sotomayor, esposa e hijos que recibieron la bendición arzobispal y, un poco más allá estaba Lauca, lugar en el que las mujeres tienen un papel protagónico en este cultivo y como gratitud entregaron un presente al arzobispo.

Esta visita agotadora, pero plena de satisfacciones culminó en Andamayo, cerca de Santo Domingo de Acobamba, territorio en el que igualmente hay muchos agricultores que han plantado la tara, confiados en un futuro mejor.

Al cerrar la noche, monseñor Barreto presidió la misa en el antiguo templo de la parroquia San Antonio de Andamarca, a cuyo término se proyecto un video de la vida del papa Francisco.

SEGUNDO DÍA

Al día siguiente, muy temprano, monseñor Barreto, acompañado por las hermanas de la congregación Misioneras de Verbo y Víctima, enrumbó a Duraznopata, a más de 3 horas de Andamarca, sobre escarpados cerros, pasando por La Libertad y el cerro Shucsho, desde donde se divisan los tres valles: San Fernando, Paurán y Yunca que está en los límites con Pariahuanca. Desde este punto eran visibles en la distancia pueblos como Lanla, Oropel,

Artillería, Duraznopata, San Bartolomé, Pumabamba, Oxabamba, Matapuquio, Lilcana, entre otros.

Uno de los primeros recibimientos fue de los niños de Aticocha que entregaron ramos de flores: cartuchos y una variedad de orquídeas, en medio de hermosas canciones pueblerinas que gustaron y emocionaron  al pastor de la Iglesia en Huancayo.

Después de esta parada y pasar por una cadena de pueblos, por fin, la caravana arribó a Duraznopata, siendo recibida por Raúl Santos Lavado, agente municipal y el comunero Rigoberto Sánchez, quienes agradecieron a Dios por esta gracia de recibir por primera vez a un arzobispo. Los discursos fueron de elogios encendidos en medio de los sones del violín y la voz de una cantante de versos santiagueros en quechua.

BENDICIÓN EN LAS ALTURAS

A pedido de los fieles, los visitantes subieron a la colina Pucara Loma, a más de 3,200 metros sobre el nivel del mar, para la bendición de los productos de la tierra, en medio de un viento templado, más cerca del sol, no importa si el rostro cubierto de sudores y los corazones agitados por el esfuerzo.

De regreso, en el templo viejo que mostraba algunas rajaduras, el arzobispo de Huancayo celebró la misa y administró los sacramentos del bautismo, confirmación, primera comunión y de la unción de los enfermos. Confesó, en algunos casos en quechua, y escuchó los anhelos de los pobladores, entre ellos la construcción de una cruz para simbolizar los tiempos duros de violencia que les tocó vivir, la culminación del local comunal en el que está reservado un lugar para la Iglesia y alguito para la navidad de los niños más pobres.

Ese día fue fiesta en esa tierra prometida que produce las mejores papas y los más ricos maices, olluco, mashua, igualmente arvejas y habas, también verduras, ya sea por riego o por la lluvia bendita del cielo ahora azulado con un sol resplandeciente. De más allá llegaron a pie,  para compartir con el arzobispo, niños, adultos y ancianos de Pasla Alta, Pasla Baja, Lilcana, Pumabamba, Balcón, Oxabamba y Matapuquio.

Los fieles mayores recordaban con mucho cariño al padre Vicente Antonio Rubina, quien, hace más de 40 años,  después de la celebración de San Antonio en Andamarca se internaba más de tres meses en los pueblos más alejados de la parroquia, entre ellos Duraznopata.

CON LOS NIÑOS EN YANABAMBA

Esta peregrinación por los pueblos más alejados de la Arquidiócesis siguió, casi al cerrar la tarde, en Yanabamba, donde los niños esperaban al pastor con flores,  carteles, cantos y la alegría inocente en sus rostros curtidos por el frío del nevado Otorongo que aún se divisaba.

La misa fue un diálogo con los niños, un evangelio hecho para ellos. Habían llegado de Carmen Alto, Surcubamba, Aticocha y Oxabamba. El pastor estaba contento, tanto que la fotografía del recuerdo fue el mejor regalo para sus ojos, para comentarlo después en la ciudad.

El retorno a Andamarca fue de noche, pasando por la destruida Antacalla, donde muy cerca se reunía un grupo de hermanos evangélicos.

AL TERCER DÍA

El día siguiente fue de visita al cuartel del Ejército en Acobamba. El recibimiento al arzobispo con honores de general estuvo a cargo del capitán Chuquillanqui, un huancaíno que realiza una gran labor cívica en su área de mando. Monseñor celebró la liturgia y les dijo a los soldados que no tengan miedo, pues el Señor de los justos está con ellos. “Ánimo, la victoria es de los hijos de Dios, hay que tener esperanza en el futuro, que sus familiares los esperan”, manifestó.

Con la calidez con que trata a los demás, el capitán ofreció un sencillo desayuno a monseñor Barreto y a sus acompañantes; un jugo, unos panes y huevo revuelto, fueron el mejor homenaje al representante de Dios en Huancayo.

 Casi al medio día empezaron los preparativos para el retorno a Huancayo, por cumbres más que cumbres borrascosas, carreteras que parecen un hilo en medio de los altos cerros, casas en cada quebrada, niños y pastores en el campo, hasta llegar a Comas para visitar a los hermanos de la Comunidad Misionera que está a cargo de la casa parroquial San Juan Diego; después continuaría el camino pasando por cerros con nieve y lluvia, la laguna Pomacocha a 4,479 metros sobre el nivel del mar, hasta divisar desde la cumbre el valle del Mantaro que ya oscurecía por las nubes negras de una tarde que tristemente lloraba gotas de nostalgia por una visita que queda para  la historia de la nueva evangelización en la Arquidiócesis de Huancayo y en la que las hermanas de la congregación religiosa Misioneras de Verbo y Víctima llevan a cabo una labor pastoral increíble que está devolviendo la confianza a los fieles, tal como quiere el papa Francisco. Gracias hermanas por esta gran labor en las comunidades más lejanas, a algunas de las cuales sólo se llega a pie, durante más de uno o dos días. Gracias hermana superiora Noemí, Gracias, hermanitas Stefana, Luisa, Remigia, Marian y Pilar.

EXPERIENCIA MARAVILLOSA

Al final de la jornada, el arzobispo de Huancayo, monseñor Pedro Ricardo Barreto Jimeno, S.J., dijo que había sido una experiencia maravillosa, agradeció a Cáritas y a sus técnicos por el componente social que tiene el proyecto de la tara para dignificar a las familias de una zona grandemente rica, pero donde todavía hay pobreza y extrema pobreza; no tuvo límites para elogiar el trabajo que realizan las hermanas misioneras de la congregación Verbo y Víctima. “Son ellas las mensajeras de lo que quiere el papa Francisco, están más cerca de los pobres y de los que necesitan, no sólo huelen a oveja, sino que conviven con los fieles que están recuperando la fe después de muchos años de violencia.”, manifestó. Indudablemente, un grande trabajo de la Iglesia en Huancayo.

 

 

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