Sacerdotes de la Arquidiócesis reflexionan en retiro sobre su fe y fidelidad
Los sacerdotes de la Arquidiócesis de Huancayo reflexionaron en su retiro mensual sobre su fe y fidelidad presbiteral.
El tema fue expuesto por el padre Eusebio Pascual Cabrero, director espiritual del Seminario Mayor San Pío X, quien recordó elementos esenciales del “ser” y “existenciar” del sacerdote, porque en ellos se fundamenta y realiza su espiritualidad.
“En el Año de la Fe necesitamos reavivar nuestro carisma presbiteral, nuestra mística, para vivir en fidelidad. Es como una permanente conversión a nuestro carisma y vocación como sacerdotes y sacerdotes diocesanos”, dijo.
Hizo memoria que Jesús llamó a los que quiso para estar con él, lo que es el “ser” y los envió a la misión-tarea que es el “hacer”; y la Iglesia por la ordenación consagra a los sacerdotes para la misión.
En este sentido, señaló que es importante la configuración existencial que es necesaria para la configuración ministerial, al mismo tiempo que la configuración existencial alimenta la configuración ministerial.
Explicó que de esta configuración dimana una buena parte de la espiritualidad del sacerdote, consistente en la identificación con Cristo, en su ser, mediante la consagración sacerdotal; en su actuar, mediante el triple ministerio profético, sacrificial y rector, y en su talante, mediante la autenticidad y profundidad de sus vivencias.
En concordancia con el magisterio de la Iglesia, manifestó que dado que los sacerdotes son “instrumentos vivos de Cristo, alcanzarán la santidad propia de su estado, ejerciendo sincera e incansablemente sus ministerios en el Espíritu de Cristo”.
Expresó que el Concilio Vaticano II vino a rescatar la función sacerdotal en el sentido que el sacerdote es, ante todo, el mensajero enviado por Cristo y puesto por Dios en la Iglesia para servir.
Entre otros conceptos, el padre Eusebio dijo:
El sacerdote ya no es primariamente “el hombre de los sacramentos”, sino un hombre constituido sacramento personal del mismo Jesucristo, quien por su medio realiza el triple ministerio de la enseñanza, de la santificación y del pastoreo en la Iglesia.
El sacramento del orden empeña la totalidad de la eficacia salvífica de la Iglesia. En esta perspectiva, el ministerio de la palabra se sitúa en el primer plano de las funciones sacerdotales.
El sacerdote diocesano tiene que dedicarse con prioridad al ministerio de la Palabra. Y para que la Palabra no pierda su eficacia en sus labios debe cuidar que su vida personal sintonice con su actuación ministerial.
Para ello, al sacerdote se le pide que sea:
- hombre de palabra,
- hombre de la palabra,
- hombre ante la palabra,
- hombre palabra