La Iglesia Arquidiocesana de Huancayo expresó su gratitud al Papa Benedicto XVI, con una misa por su salud, en la iglesia catedral, a las 6 de la tarde del jueves último, presidida por el arzobispo metropolitano de Huancayo, monseñor Pedro Ricardo Barreto Jimeno, con la asistencia del clero arquidiocesano, religiosas, religiosas, seminaristas y comunidades parroquiales.

Monseñor Barreto dijo en su mensaje que Huancayo acompaña con su oración al Papa Benedicto XVI y ofreció como homenaje el compromiso de iniciar el Proyecto de Renovación Arquidiocesana.

Después se llevó una actuación cultural en el auditorio Nuestra Señora del Valle, con un programa especial, en la que se presentó la vida y obra del Papa, y los jóvenes manifestaron su agradecimiento al Santo Padre con cantos y oraciones.

Ofrecemos el texto íntegro de la homilía pronunciada por monseñor Pedro Barreto.

Muy queridos hermanos y hermanas:

«Quien deja entrar a Cristo en su vida no pierde nada, absolutamente nada, y hace la vida libre, bella y grande. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera. El no quita nada y lo da todo». Con estas palabras, Benedicto XVI  inauguraba su servicio como Vicario de Cristo el 24 abril 2005.

Hoy 28 de febrero a las 2 de tarde (hora del Perú) ha culminado su servicio como Obispo de Roma y Vicario de Cristo en la tierra, afirmando hace unas horas: “prometo respeto incondicional y obediencia al nuevo papa”.

En este contexto eclesial que vivimos la liturgia de hoy jueves de la segunda semana de cuaresma, la Palabra de Dios nos ilumina y alienta a poner nuestra confianza en Dios, como nos ha dado ejemplo Su Santidad Benedicto XVI.

En la primera lectura el profeta Jeremías nos dice: “Bendito quien confía en el Señor y pone, en el Señor, su confianza”. Con el salmista decimos: “Dichoso el hombre que confía en el Señor”. Benedicto XVI, un hombre que confía en el Señor, que confía en la acción del Espíritu Santo en la Iglesia. Un hombre humilde y sencillo. Valiente y decidido. Sabio y discreto.

En el evangelio nos habla de “un rico… que banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo, llamado Lázaro, estaba echado junto a la puerta…y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico”.

Esta sencillez de Benedicto XVI –como el mendigo echado junto a la puerta- cautiva a las personas. Lo ha demostrado en su catequesis de las audiencias públicas. Desde el primer momento sorprendió a muchos que el nuevo Papa tuviera más oyentes en los encuentros semanales que su antecesor, el ahora Beato Juan Pablo II. A Juan Pablo II la gente iba a “ver” al Papa. A Benedicto XVI lo seguían numerosas personas porque querían “escuchar” al Papa.

El escuchar es sinónimo del discipulado en el seguimiento de Jesús. Karl Rahner definía al cristiano creyente como “el oyente de la Palabra”. Y está claro que Benedicto XVI vive y actúa desde la experiencia de la centralidad de la Palabra de Dios que es la Persona de Jesucristo.  

“Hay que tener en cuenta que verdad y amor no son valores abstractos; en Jesucristo se han convertido en una Persona. Al seguirle a Él, me pongo al servicio de la verdad y del amor. Al perderme, vuelvo a encontrarme”. Así resume Benedicto XVI la vida de Jesús en dos palabras: AMOR y VERDAD.

Ahora nos toca acompañar a Benedicto XVI con lo que él mismo ha indicado que será su servicio a la Iglesia: ORAR y SUFRIR, sabiendo que la cruz de Cristo lleva a la resurrección.

Pero también le ofrecemos, como Arquidiócesis de Huancayo, nuestro compromiso de trabajar juntos el proyecto de renovación arquidiócesana que estamos iniciando. Queremos, hacer de las Parroquias de las cinco Vicarías Pastorales de nuestra Arquidiócesis, una “casa y escuela de comunión.

Para entender la clave de la vida y misión de Benedicto XVI tenemos que remontarnos al 29 de junio de 1951 cuando el diácono Josef Ratzinger de 23 años de edad se ordenaba de sacerdote. En su tarjeta de invitación eligió el texto bíblico de la 2ª carta a los Corintios capítulo 3 versículo 4-5: “Esta confianza que tenemos en Dios nos viene de Cristo. Ni siquiera somos capaces de pensar que algo procede de nosotros, sino que nuestra capacidad viene de Dios”.

Fue un descubrimiento personal el saber de esta cita paulina que describe por un lado su absoluta confianza en Dios que “viene de Cristo” y este reconocimiento humilde y convincente que su “capacidad viene de Dios” lo ha mantenido fiel a Cristo y a la Iglesia.

Las convicciones profundas de su espiritualidad: humildad y confianza lo han llevado a aceptar el 19 de abril del 2005 lo que humanamente no quería: ser Sucesor de Pedro, Vicario de Cristo en la tierra. Con esta misma humildad y confianza en Dios asumió su renuncia a la Sede de Pedro que la hizo pública el 11 de febrero pasado, fiesta de la Virgen, Nuestra Señora de Lourdes. A todos nos desconcertó este anuncio, recordando la comunicación, que le hiciera el ángel Gabriel a la Virgen María. Después de preguntar y dialogar dijo “Hágase en mí tu Voluntad”. Así Benedicto XVI, con sus palabras iniciales de su renuncia y las que nos ha dicho en estos diecisiete días, en diversos encuentros, ha ido desentrañando su viva espiritualidad. Su enseñanza clara, profunda y a la vez sencilla de su amor a Jesús, a la Iglesia y a la Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia.

Quiero concluir con la antífona de comunión de la liturgia de hoy que sintetiza el testimonio del Papa Benedicto XVI: “Dichoso el que, con vida intachable, camina en la voluntad del Señor” (Salmo 118, 1).