*Ustedes hicieron tropezar a muchos con su doctrina (Mal 1,14-2,10)
*Dispuestos a entregarles el Evangelio y nuestra vida (1Tes 2,7-13)
*El primero entre ustedes que sea servidor de los demás (Mt 23,1-12)
COMUNIDAD CRISTIANA SERVIDORA
Después de oír las respuestas de Jesús, los dirigentes de Jerusalén:
¿han cambiado su manera de actuar?...¿se han convertido? No se sabe.
Sin embargo, Jesús sigue enseñando a la gente y a sus seguidores,
para prevenirles sobre ciertas prácticas religiosas superficiales.
Denuncias que tienen actualidad
En el Evangelio de hoy, Jesús denuncia a los escribas y fariseos:
*Ellos no hacen lo que dicen.
Muchas veces tenemos la boca llena de palabras piadosas,
pero nuestro corazón es esclavo del dinero y riquezas materiales.
Lanzamos al aire muchas promesas y, después, no las cumplimos.
Por eso, las personas de buena voluntad: Escuchan más a gusto
a los que dan testimonio que a los que enseñan,
y si escuchan a los que enseñan es porque dan testimonio (EN, 41).
*Ponen pesadas cargas sobre las espaldas de la gente.
¿Por qué en países cristianos se dan leyes que favorecen a los ricos,
y se ponen sobre las espaldas de los pobres pesadas obligaciones?
¿Por qué nos encerramos en estructuras que nos dan falsa seguridad,
y en normas que nos hacen jueces implacables? (EG, 2013, n.49).
¿Puede un cristiano actuar de esa manera, cuando Jesús nos dice:
Mi yugo es suave y mi carga es ligera (Mt 11,28-30)?
*Todo lo hacen para que la gente les vea.
Para no seguir escandalizando, un grupo de obispos-profetas dicen:
Renunciamos para siempre a la apariencia y realidad de la riqueza,
especialmente, en el vestir y en símbolos de metales preciosos…
Rechazamos a los nombres y títulos que expresan grandeza y poder.
(“Pacto de las catacumbas”. Roma, 16 noviembre 1965).
*Les gusta ocupar los primeros puestos y los asientos de honor.
En las masivas y pasajeras concentraciones religiosas:
¿Damos preferencia a los hambrientos, enfermos, forasteros…?
¿Hasta cuándo los pobres mal vestidos serán marginados…?
Vivir como hermanos, siendo simples servidores
Jesús no quiere que entre sus seguidores se usen los títulos de:
maestro… padre… jefe… como hacen los escribas y fariseos,
por vanidad, ambición y, sobre todo, para dominar a los demás.
Por eso, hoy en día, quienes se dejan guiar por esa mentalidad,
lamentablemente, harán del Mensaje de Jesús un conjunto de normas;
no para amar a Dios y al prójimo, sino para controlar las conciencias,
dejando a los creyentes sin base para actuar como personas libres.
Luego, desde su experiencia, Jesús nos pide ser simples servidores:
El primero entre ustedes que se haga servidor de los demás.
Tengamos presente que en el Reino de Dios, los preferidos son:
los niños, los jóvenes, los adultos y los ancianos necesitados.
Por eso, Jesús nos pide servir y vivir como hermanos:
El que quiera ser grande, deberá servir a los demás,
y el que quiera ser el primero, deberá ser su servidor.
Pues el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir
y para dar su vida en rescate de los hombres y mujeres (Mt 20,26ss).
Que nuestra comunidad cristiana sea una comunidad servidora
y preocupada por tantos hermanos nuestros que viven:
Sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo,
sin una comunidad de fe que los contenga,
sin un horizonte de sentido y de vida (cf. EG, 2013, n.49).
Siguiendo el Evangelio, Jesús anuncia: El que se engrandece
será humillado, y el que se humilla será engrandecido.
Después de 52 años, que no sea letra muerte el mensaje de Medellín:
Y llegan también hasta nosotros las quejas de que la Jerarquía,
el clero, los religiosos, son ricos y aliados de los ricos (…).
Muchas causas han contribuido a crear esa imagen de una Iglesia
jerárquica rica. Los grandes edificios, las casas de párrocos
y de religiosos cuando son superiores a las del barrio en que viven;
los vehículos propios, a veces lujosos; la manera de vestir (…).
El sistema de aranceles y de pensiones escolares, para proveer
a la sustentación del clero (…), ha llegado a ser mal visto (…).
Y no faltan casos en que los pobres sienten que sus obispos,
o sus párrocos y religiosos, no se identifican realmente con ellos,
con sus problemas y angustias, que no siempre apoyan a los que
trabajan con ellos o abogan por su suerte (cap. XIV). J. Castillo A
EN ACTITUD DE CONVERSIÓN
Jesús habla con indignación profética. Su discurso dirigido a la gente y a sus discípulos es una dura crítica a los dirigentes religiosos de Israel. Mateo lo recoge hacia los años ochenta para que los dirigentes de la Iglesia cristiana no caigan en conductas parecidas.
¿Podremos recordar hoy las recriminaciones de Jesús con paz, en actitud de conversión, sin ánimo alguno de polémicas estériles? Sus palabras son una invitación para que obispos, presbíteros y cuantos tenemos alguna responsabilidad eclesial hagamos una revisión de nuestra actuación.
‘No hacen lo que dicen’. Nuestro mayor pecado es la incoherencia. No vivimos lo que predicamos. Tenemos poder pero nos falta autoridad. Nuestra conducta nos desacredita. Nuestro ejemplo de vida más evangélica cambiaría el clima en muchas comunidades cristianas.
‘Cargan fardos pesados sobre los hombros de la gente... pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar’. Es cierto. Con frecuencia, somos exigentes y severos con los demás, comprensivos e indulgentes con nosotros. Agobiamos a la gente sencilla con nuestras exigencias pero no les facilitamos la acogida del Evangelio. No somos como Jesús que se preocupaba de hacer ligera su carga pues era sencillo y humilde de corazón.
‘Todo lo que hacen es para que los vea la gente’. No podemos negar que es muy fácil vivir pendientes de nuestra imagen, buscando casi siempre “quedar bien” ante los demás. No vivimos ante ese Dios que ve en lo secreto. Estamos más atentos a nuestro prestigio personal.
‘Les gustan los primeros puestos y los asientos de honor... y que les hagan reverencias por la calle’. Nos da vergüenza confesarlo, pero nos gusta. Buscamos ser tratados de manera especial, no como un hermano más. ¿Hay algo más ridículo que un testigo de Jesús buscando ser distinguido y reverenciado por la comunidad cristiana?
‘No os dejéis llamar maestros... ni guías... porque uno solo es vuestro Maestro y vuestro Guía: Cristo’. El mandato evangélico no puede ser más claro: renunciad a los títulos para no hacer sombra a Cristo; orientad la atención de los creyentes solo hacia Él. ¿Por qué la Iglesia no hace nada por suprimir tantos títulos, prerrogativas, honores y dignidades para mostrar mejor el rostro humilde y cercano de Jesús?
‘No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra porque uno solo es vuestro Padre del cielo’. Para Jesús el título de Padre es tan único, profundo y entrañable que no ha de ser utilizado por nadie en la comunidad cristiana. ¿Por qué lo permitimos?
José Antonio Pagola (2011)