Viernes, 29 de Marzo del 2024
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17º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A: 26 de julio del 2020
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EL REINO DE DIOS ES DON Y TAREA

   ¿Por qué son cada vez más numerosas las personas,

que no descubren el tesoro -de enorme valor- del Mensaje de Jesús?

   Habiendo encontrado el tesoro del Reino de Dios y su justicia,

¿somos capaces de dejarlo todo, arriesgando nuestra vida?

   ¿Cómo encarnar los valores del Reino de Dios en nuestra sociedad?

   Lo que “enseñamos” a los niños, jóvenes y adultos, ¿no será:

una costumbre, una obligación y, peor, una carga pesada (Mt 23,4)?

 

El tesoro escondido… La perla de gran valor…

   Dios Padre que nos ha creado a su imagen y semejanza (Gen 1,27).

es el mejor tesoro presente en cada uno de nosotros. En consecuencia,

debemos vivir como hijos suyos y como hermanos entre nosotros.

Y Él nos confía también todo lo que existe para cuidarlo y cultivarlo

(Gn 1,29), pero, la maldad humana corrompió la tierra (Gn 6,12).

   Al llegar la plenitud de los tiempos, Dios Padre que tanto nos ama,

envía a su Hijo, no para condenar sino para salvar (Jn 3,17).

   Tiempo después, Jesús -con las parábolas del tesoro y de la perla-

nos anuncia que la Buena Noticia del Reinado de Dios,

es un don, un regalo… y también una tarea, una respuesta libre…

Por el Reino, renunciamos a todo lo que nos impide conseguirlo:

No amontonen tesoros en la tierra… donde los ladrones roban.

Acumulen tesoros en el cielo… donde los ladrones no pueden robar.

Pues donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón (Mt 6,19ss).

Para comprometernos por el Reino necesitamos sabiduría y prudencia.

A Salomón, joven rey, no le interesa las riquezas materiales,

por eso, pide sabiduría para gobernar con justicia (1ª lectura).

   Muy diferente la actitud del joven rico a quien Jesús le dice:

Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes y dáselos a los pobres,

así tendrás un tesoro en el cielo. Luego, ven y sígueme.

Al oírle, el joven se fue triste, porque era muy rico (Mt 19,16-22).

Busquemos el tesoro que es Dios, pues quien busca, halla (Mt 7,8).

La red que se echa al mar

    Cuando Jesús llama a sus primeros discípulos les dice:

Síganme y yo haré de ustedes pescadores de personas (Mt 4,18ss).

Ellos saben por experiencia que en el mar hay peces buenos y malos.

La separación de buenos y malos tendrá lugar al final de los tiempos,

como sucede con la parábola del trigo y la cizaña… (cf. Mt 25,31ss).

   Entre tanto, nuestra vida debe ser una conversión permanente, pues:

Ancho es el camino que lleva a la perdición y muchos van por allí.

Angosto es el camino que lleva a la vida y pocos lo encuentran…

No el que me dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el Reino de Dios,

sino el que hace la voluntad de mi Padre del cielo (Mt 7,13-23).

   Por diversas causas, muchos de nosotros somos mediocres, tibios:

Ojalá fueras frío o caliente, pero como eres tibio te vomito de mi boca.

Sin embargo, grande es la paciencia de Dios que llama a la puerta…

Si alguien le abre, entrará y comerán juntos (Apc 3,15-20).

   No tengamos miedo al odio, a las persecuciones, a las calumnias…

pues, como dice Juan Crisóstomo (347-407): Muchas son las olas

que nos ponen en peligro y una gran tempestad nos amenaza.

Luego añade: Sin embargo, no tenemos miedo de ser sumergidos,

pues permanecemos de pie sobre la rocasobre la barca de Jesús.

 

El discípulo del Reino de los cielos

   Después de anunciar el Reinado de Dios con siete parábolas,

Jesús pregunta: ¿Han entendido todo esto? Ellos le responden: .

En cambio, los especialistas en interpretar la ley (ayer y hoy),

no estarán de acuerdo con las enseñanzas del Profeta de Nazaret,

pero no pueden decir que no le han entendido.

   Jesús -como buen Maestro- anuncia el Mensaje del Reino, a partir

de su experiencia (cosas antiguas y nuevas) y de su capacidad de ver.

Sobre los valores culturales, Juan Pablo II dijo en el Cusco (1985):

Conserven sus genuinos valores humanos, que son también cristianos.

Sin olvidar vuestras raíces históricas, fortificadlas a la luz de Cristo.

  Así es. El encuentro con la persona de Jesús, con su mensaje y obras,

es el verdadero tesoro que da sentido pleno a nuestras vidas:

Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir

cualquier persona, haberle encontrado nosotros es lo mejor

que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra

palabra y obras es nuestro gozo (DA, n.32;  cf. n.18). Javier Castillo

 

LA DECISIÓN MÁS IMPORTANTE

   El Evangelio recoge dos breves parábolas de Jesús con un mismo mensaje. En ambos relatos, el protagonista descubre un tesoro enormemente valioso o una perla de valor incalculable. Y los dos reaccionan del mismo modo: venden con alegría y decisión lo que tienen, y se hacen con el tesoro o la perla. Según Jesús, así reaccionan los que descubren el Reino de Dios.

   Al parecer, Jesús teme que la gente le siga por intereses diversos, sin descubrir lo más atractivo e importante: ese proyecto apasionante del Padre, que consiste en conducir a la humanidad hacia un mundo más justo, fraterno y dichoso, encaminándolo así hacia su salvación definitiva en Dios.

   ¿Qué podemos decir hoy después de veinte siglos de cristianismo? ¿Por qué tantos cristianos buenos viven encerrados en su práctica religiosa con la sensación de no haber descubierto en ella ningún ‘tesoro’? ¿Dónde está la raíz última de esa falta de entusiasmo y alegría en no pocos ámbitos de nuestra Iglesia, incapaz de atraer hacia el núcleo del Evangelio a tantos hombres y mujeres que se van alejando de ella, sin renunciar por eso a Dios ni a Jesús?

   Después del Concilio, Pablo VI hizo esta afirmación rotunda: ‘Solo el Reino de Dios es absoluto. Todo lo demás es relativo’. Años más tarde, Juan Pablo II lo reafirmó diciendo: ‘La Iglesia no es ella su propio fin, pues está orientada al Reino de Dios del cual es germen, signo e instrumento’. El Papa Francisco nos viene repitiendo: ‘El proyecto de Jesús es instaurar el Reino de Dios’.

   Si ésta es la fe de la Iglesia, ¿por qué hay cristianos que ni siquiera han oído hablar de ese proyecto que Jesús llamaba ‘Reino de Dios’? ¿Por qué no saben que la pasión que animó toda la vida de Jesús, la razón de ser y el objetivo de toda su actuación, fue anunciar y promover ese proyecto humanizador del Padre: buscar el Reino de Dios y su justicia?

   La Iglesia no puede renovarse desde su raíz si no descubre el ‘tesoro’ del Reino de Dios. No es lo mismo llamar a los cristianos a colaborar con Dios en su gran proyecto de hacer un mundo más humano, que vivir distraídos en prácticas y costumbres que nos hacen olvidar el verdadero núcleo del Evangelio.

   El Papa Francisco nos está diciendo que ‘el Reino de Dios nos reclama’. Este grito nos llega desde el corazón mismo del Evangelio. Lo hemos de escuchar. Seguramente, la decisión más importante que hemos de tomar hoy en la Iglesia y en nuestras comunidades cristianas es la de recuperar el proyecto del Reino de Dios con alegría y entusiasmo.

José Antonio Pagola (2014)

 

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