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Santísima Trinidad, ciclo A: 7 de junio del 2020
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DIOS ES AMOR, AMIGO DE LA VIDA

   Sobre la Santísima Trinidad no basta repetir palabras filosóficas,

tales como: substancia, persona, relación… (CCE 251s).

Lo importante es: -Amar a Dios Padre, porque Él nos amó primero.

-Seguir a Jesús, el Hijo amado del Padre, que nos da vida plena.

-Volver a nacer del agua y del Espíritu Santo (Jn 3,3ss).

 

Tanto amó Dios al mundo

   A Nicodemo, un fariseo importante, Jesús le dice:

Tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo único,

para que no se pierda quien cree en Él, sino tenga vida eterna.

   Creemos en Dios, Padre misericordioso y compasivo (1ª lectura),

porque Él nos ha creado a su imagen y semejanza (Gen 1,26s).

Por eso, jamás debemos olvidar que la gloria de Dios consiste,

no en los adornos y ritos, sino que los seres humanos tengan vida.

Porque, movido de amor, Dios habla como amigo a los hombres,

trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía (DV, 2).

   Sigamos el ejemplo de Jesús que nos sigue amando:   

*Jesús ama a una familia de Betania:

Él ama a Marta, a su hermana María y a Lázaro (Jn 11,5).

Y al llorar delante de la tumba de Lázaro, los judíos dicen:

Miren, ¡cuánto lo quería! (Jn 11,35s).

*Jesús realiza su misión como una manifestación de amor:

Después de haber amado a los suyos…los amó hasta el fin (Jn 13,1).

En este amor, Jesús manifiesta su profunda identidad con el Padre:

Como el Padre me amó, así también yo les he amado (Jn 15,9).

Este es mi mandamiento: Ámense unos a otros como yo les amo.

El amor más grande está en dar la vida por sus amigos (Jn 15,12s).

*Juan define así el amor de Cristo: En esto conocemos el amor,

porque Él dio su vida por nosotros. Así también, nosotros debemos

dar la vida por nuestros hermanos… Que nuestro amor no sea

solo de palabra, sino que se demuestre con hechos (1 Jn 3,16ss).

Jesús, el Hijo amado del Padre, viene a salvar

   En el diálogo con Nicodemo, Jesús le anuncia esta Buena Noticia:

Dios envió a su Hijo al mundo no para condenar, sino para salvar.

La salvación que Dios nos ofrece, podemos acogerla o rechazarla,

eso depende si aceptamos la luz de la verdad, o preferimos la tiniebla.

   Jesús cumple la misión que el Padre le confió, anunciando el Reino.

Y para que su misión continúe, llama y forma discípulos/as, quienes

deben anunciar el Reino de Dios, siguiendo el ejemplo del Maestro.

   Entre otros llamados, meditemos en el siguiente texto evangélico:

Al ver que Andrés y Juan le siguen, Jesús pregunta: ¿Qué buscan?

Contestan: Maestro, ¿dónde vives? Jesús les dice: Vengan y vean.

Ellos van y ven dónde vive, y se quedan con Él (Jn 1,35ss).

   Tiempo después, en el lago de Galilea, Jesús le dice a Pedro:

Cuando eras más joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías,

cuando seas viejo, otro te atará y te llevará a donde no quieras.

Le decía esto, indicándole con qué muerte iba a glorificar a Dios.

Luego, Jesús añade: ¡Sígueme! (Jn 21,18ss). Sigamos a Jesús, hoy,

desde su nacimiento en un establo… hasta su muerte en una cruz.

 

Volver a nacer del agua y del Espíritu

   Sobre el bautismo, Jesús dice a Nicodemo: Nadie puede entrar

en el Reino de Dios, si no vuelve a nacer del agua y del Espíritu.

*Volvemos a nacer en el bautismo para vivir como hijos de Dios,

y como hermanos entre nosotros, dejándonos conducir por el espíritu

y la verdad, pues Dios es Espíritu y Verdad (Jn 4,23s).

*Volver a nacer, como dice el profeta Isaías, es el camino para:

romper las cadenas injustas… dejar libres a los oprimidos…

acabar con toda tiranía…compartir nuestro pan con el hambriento…

hospedar al forastero… vestir al desnudo… (Is 58,6ss; cf. Mt 25).

*Para cambiar las desigualdades sociales, hace falta volver a nacer,

es decir, convertirnos, cambiar nuestra manera de pensar y de vivir.

Solo así habrá: justicia y paz, verdad y libertad, amor y vida. Hoy,

hace falta seguir a Jesús que habla y actúa en favor de los pobres.

-Vende cuanto tienes, repártelo a los pobres y sígueme (Mc 10,21).

-Jesús de Nazaret fue consagrado por Dios con el Espíritu Santo,

y caminó haciendo el bien y sanando a los enfermos (Hch 10,38).

¿Por qué hay “creyentes” que dicen con la boca: ¡Señor, Señor!,

pero su corazón está lejos de Dios? (Mt 7,21;  Mc 7,6s).   J. Castillo

 

CONFIAR EN DIOS

   El esfuerzo realizado por los teólogos a lo largo de los siglos para exponer con conceptos humanos el misterio de la Trinidad apenas ayuda hoy a los cristianos a reavivar su confianza en Dios Padre, a reafirmar su adhesión a Jesús, el Hijo encarnado de Dios, y a acoger con fe viva la presencia del Espíritu de Dios en nosotros.

   Por eso puede ser bueno hacer un esfuerzo por acercarnos al misterio de Dios con palabras sencillas y corazón humilde siguiendo de cerca el mensaje, los gestos y la vida entera de Jesús: misterio del Hijo de Dios encarnado.

   El misterio del Padre es amor entrañable y perdón continuo. Nadie está excluido de su amor, a nadie le niega su perdón. El Padre nos ama y nos busca a cada uno de sus hijos e hijas por caminos que solo Él conoce. Mira a todo ser humano con ternura infinita y profunda compasión. Por eso, Jesús lo invoca siempre con una palabra: Padre.

   Nuestra primera actitud ante ese Padre ha de ser la confianza. El misterio último de la realidad, que los creyentes llamamos Dios, no nos ha de causar nunca miedo o angustia: Dios solo puede amarnos. Él entiende nuestra fe pequeña y vacilante. No hemos de sentirnos tristes por nuestra vida, casi siempre tan mediocre, ni desalentarnos al descubrir que hemos vivido durante años alejados de ese Padre. Podemos abandonarnos a Él con sencillez. Nuestra poca fe basta.

   También Jesús nos invita a la confianza. Estas son sus palabras: No viváis con el corazón turbado. Creéis en Dios. Creed también en mí. Jesús es el vivo retrato del Padre. En sus palabras estamos escuchando lo que nos dice el Padre. En sus gestos y su modo de actuar, entregado totalmente a hacer la vida más humana, se nos descubre cómo nos quiere Dios.

   Por eso, en Jesús podemos encontrarnos en cualquier situación con un Dios concreto, amigo y cercano. Él pone paz en nuestra vida. Nos hace pasar del miedo a la confianza, del recelo a la fe sencilla en el misterio último de la vida que es solo Amor.

   Acoger el Espíritu que alienta al Padre y a su Hijo Jesús, es acoger dentro de nosotros la presencia invisible, callada, pero real del misterio de Dios. Cuando nos hacemos conscientes de esta presencia continua, comienza a despertarse en nosotros una confianza nueva en Dios.

   Nuestra vida es frágil, llena de contradicciones e incertidumbre: creyentes y no creyentes, vivimos rodeados de misterio. Pero la presencia, también misteriosa del Espíritu en nosotros, aunque débil, es suficiente para sostener nuestra confianza en el Misterio último de la vida que es solo Amor.

José Antonio Pagola (2014)

 

 

 

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