Viernes, 29 de Marzo del 2024
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7º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C: 24 de febrero del 2019
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AMAR COMO DIOS NOS AMA


   Dios amó tanto al mundo, que le dio a su Hijo único,

para que todo aquel que cree en Él no muera, sino tenga vida eterna.

Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo,

sino para que el mundo se salve por medio de Él (Jn 3,16s).

   Tiempo después, los sumos sacerdotes del templo pedirán a Pilato,

que Jesús sea crucificado pues se hizo pasar por Hijo de Dios (Jn 19).

 


Traten a los demás como quieren que ellos les traten a ustedes


   Cuando alguien abusa y traiciona nuestra confianza:

¿La única solución será vengarse: ojo por ojo y diente por diente?

¿Vale la pena vivir dejándonos llevar por el odio, el rencor, la ira?

¿Qué impide practicar las enseñanzas de Jesús que nos sigue diciendo:

amen a sus enemigos perdonen y serán perdonados…?

   Sobre el perdón, sigamos el camino que Jesús nos muestra.

*Cuando oren digan: Padre… perdona nuestras ofensas

como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden (Lc 11,4).

*Si tu hermano peca, repréndelo; pero si se arrepiente, perdónalo.

Aunque peque contra ti siete veces en un día,

y siete veces te dice que se arrepiente, debes perdonarlo (Lc 17,3s).

*Jesús que nos enseña a perdonar, antes de morir exclama:

Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (Lc 23,34).

   Nosotros al perdonar, asumimos nuestro pasado de dolor,

y nos proyectamos hacia el futuro de una manera diferente. 

Al tratar sobre el amor al enemigo, San Agustín (354-430) dice:

Amando a tu enemigo, es a tu hermano a quien tú amas.

En efecto, lo que tú amas en él, no es al enemigo que es él,

sino al hermano que tú quieres que sea.

Pidan a Dios arder siempre en amor fraterno,

ya sea al que es efectivamente hermano, ya sea al enemigo,

para que a fuerza del amor, él llegue a ser un hermano tuyo.

(Cf. Comentario sobre la 1ª Carta de San Juan, 10,7).



Sean compasivos como es compasivo el Padre de ustedes



   Entre 1980 y 2000, años del Conflicto armado interno en el Perú,

estuvimos lejos de aquellas palabras de Jesús. Hagamos memoria.

*El cautiverio de poblaciones indefensas, el maltrato sistemático,

el asesinato cruel como forma de sentar ejemplos e infundir temor,

conformaron para (Sendero Luminoso) una metodología del terror

puesta en práctica al servicio de un objetivo: la conquista del poder,

considerado superior a la vida humana,

mediante una revolución cruenta (…).

*Hemos comprobado con pesar que agentes de las Fuerzas Armadas

y las Fuerzas policiales incurrieron en la práctica sistemática

o generalizada de violaciones de derechos humanos,

y que existen, por tanto, fundamentos para señalar

la comisión de delitos de lesa humanidad.

Ejecuciones extrajudiciales, desapariciones, masacres, torturas,

violencia sexual, dirigida principalmente contra las mujeres (…).

*Las voces de peruanos anónimos, ignorados, despreciados,

que se encuentran recogidas en estos miles de páginas,

deben ser -son- más altas y más limpias que todas aquellas voces

que, desde la comodidad del poder y del privilegio,

se han apresurado a levantarse en las últimas semanas para negar,

de antemano, como tantas veces ha ocurrido en nuestro país,

toda credibilidad a sus testimonios y para cerrar el paso

a toda corriente de solidaridad con los humildes (…).

(Discurso de presentación del Informe final de la CVR, 28/8/2003).

   Meses después, los Obispos del Perú dijeron lo siguiente:

*La Iglesia en el Perú y todos los peruanos debemos pedir perdón

por nuestros pecados de obra y omisión que permitieron y encubrieron

la violación de los más elementales derechos humanos.

Pedir perdón también por la corrupción pública o privada,

el afán de lucro, las estructuras sociales injustas, la indiferencia,

la marginación y el olvido de tantos hermanos y hermanas,

de manera especial de los más pobres del Perú (…).

*Para que este tiempo de vergüenza nacional no se repita nunca más,

hemos de ir a las raíces de ciertas situaciones dolorosas.

En otras palabras, hacen falta: transformaciones globales, audaces,

urgentes y profundamente renovadoras (…).

(Mensaje para Navidad, 13 de diciembre del 2003).       


J. Castillo A.

  


¿QUÉ ES PERDONAR?


   El mensaje de Jesús es claro y rotundo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian. ¿Es posible vivir en esta actitud? ¿Qué se nos está pidiendo? ¿Podemos amar al enemigo? Tal vez, hemos de empezar por conocer mejor lo que significa “perdonar”.

   Es importante, en primer lugar, entender y aceptar los sentimientos de ira, rebelión o agresividad que nacen en nosotros. Es normal. Estamos heridos. Para no hacernos todavía más daño necesitamos recuperar en lo posible la paz interior que nos ayude a reaccionar de manera sana.

   La primera decisión del que perdona es no vengarse. No es fácil. La venganza es la respuesta casi instintiva que nos nace de dentro cuando nos han herido o humillado. Buscamos compensar nuestro sufrimiento haciendo sufrir al que nos ha hecho daño. Para perdonar es importante no gastar energías en imaginar nuestra revancha.

   Es decisivo sobretodo no alimentar el resentimiento. No permitir que el odio se instale en nuestro corazón. Tenemos derecho a que se nos haga justicia, el que perdona no renuncia a sus derechos. Pero lo importante es irnos curando del daño que nos han hecho.

   Perdonar puede exigir tiempo. El perdón no consiste en un acto de la voluntad, que lo arregla rápidamente todo. Por lo general, el perdón es el final de un proceso en el que intervienen también la sensibilidad, la comprensión, la lucidez y, en el caso del creyente, la fe en un Dios de cuyo perdón vivimos todos.

   Para perdonar es necesario a veces compartir con alguien nuestros sentimientos. Perdonar no quiere decir olvidar el daño que nos han hecho, pero sí recordarlo de la manera menos dañosa para el ofensor y para uno mismo. El que llega a perdonar se vuelve a sentir mejor.

   Quien va entendiendo así el perdón, comprende que el mensaje de Jesús, lejos de ser algo imposible e irritante, es el camino acertado para ir curando las relaciones humanas, siempre amenazadas por nuestras injusticias y conflictos.



 

José Antonio Pagola (2001)




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