Viernes, 29 de Marzo del 2024
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29º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B: 21 de octubre del 2018
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*Mi servidor libera a todos, llevando sus pecados (Is 53,10-11)

*Acerquémonos a Dios para obtener misericordia (Heb 4,14-16)

*El Hijo del hombre vino a servir y a dar su vida (Mc 10,35-45)

 

SERVIR Y DAR LA VIDA

Siguiendo a Jesús que camina hacia Jerusalén, debemos:

-renunciar al poder, al dios-dinero, al lujo, a las cosas superfluas…

-estar al servicio, preferentemente, de las personas más pobres…

-dar la vida por la Buena Noticia del Reino que Jesús anunció…

Para esta misión, hacen falta seguidores generosos, solidarios,

preocupados por salvar la vida de los demás.

 

¿Pueden ustedes beber el cáliz que yo voy a beber?

   Al anunciar Jesús, por tercera vez, que será crucificado y resucitará,

Santiago y Juan que andan pensando en un reino terrenal, le dicen:

Maestro, concédenos estar, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.

Jesús no les promete nada, solo les pregunta:

¿Pueden ustedes beber el cáliz que yo voy a beber,

o recibir el bautismo que yo voy a recibir?

*A Santiago y Juan que ambicionan ocupar los primeros puestos,

Jesús les ofrece cáliz y bautismo, es decir, pasión y muerte;

y, sobre todo, resurrección, pues la Vida vence a la muerte.

*Mientras el peligro está lejos, ellos responden: Podemos.

Sin embargo, cuando arrestan a Jesús, en el huerto de Getsemaní,

todos sus discípulos le abandonan y huyen (Mc 14,50).

*Al entregar su vida, Jesús se pone en manos de Dios Padre.

En consecuencia, sentarse a la derecha o a la izquierda,

Dios lo ha reservado a los que dan su vida por los otros:

El que quiere salvar su vida la perderá; en cambio,

el que pierde su vida por mí y por el Evangelio la salvará (Mc 8,35).

   Al respecto, el Concilio Vaticano II (1962-1965) nos dice:

No impulsa a la Iglesia ambición terrena alguna.

Solo desea una cosa: continuar, bajo la guía del Espíritu,

la obra misma de Cristo, quien vino al mundo:

-para dar testimonio de la verdad, -para salvar y no para juzgar,

-para servir y no para ser servido (GS, n.3). 

El Hijo del hombre vino a servir y a dar su vida

   Los otros diez, al oír esto, se enojan contra Santiago y Juan,

porque ellos también tienen sus intereses personales;

creen que seguir a Jesús es un medio para tener privilegios terrenales.

   Lamentablemente, este pequeño grupo llamado por Jesús

para que estén con Él y enviarlos a predicar (3,13s),

ahora empieza a dividirse por el egoísmo y la ambición de poder.

Jesús como buen Maestro aprovecha esta oportunidad para decirles:

   *Los jefes de las naciones dominany los poderosos oprimen

¿Cómo se explica que en países con tantos millones de católicos,

hay corrupción generalizada, injusticia que clama al cielo, violencia?

¿Nuestra Iglesia está libre de ataduras temporales, de complicidades

y de prestigio ambiguo? (cf. Medellín, La pobreza de la Iglesia, n.18).

   *A continuación, Jesús añade: Nada de eso entre ustedes,  

el que quiera ser grande que se haga servidor de los demás.

La misión de servir a los demás, atraviesa el texto de Marcos:

-La suegra de Pedro recupera la salud y se pone a servirles (1,31).

-El que quiere ser el primero que se haga servidor de todos (9,35).

-El que quiere ser grande que se haga servidor de ustedes (10,43).

-El Hijo del hombre vino a servir y a dar su vida (10,45).

-En Galilea, muchas mujeres siguen a Jesús y le sirven (15,41).

¿Los cristianos llevamos una vida sencilla y de servicio a los demás?

¿En vez de servir, puede un seguidor de Jesús pobre entre los pobres,

vivir preocupado por tener poder temporal y económico?

¿La Iglesia es una comunidad pobre entre los pobres… y servidora?

   *Luego, hablando con el testimonio de su propia vida, Jesús dice:

El Hijo del hombre vino a servir y a dar su vida en rescate de todos.

Siguiendo los pasos del Profeta de Nazaret, comprometámonos para:

-Que no haya niños sin nutrición suficiente, sin educación.

-Que no haya campesinos sin tierra para vivir dignamente.

-Que no haya trabajadores maltratados y disminuidos en sus derechos.

-Que no haya explotación del hombre por el hombre o por el Estado.

-Que no haya a quien le sobra mucho, mientras a otros les falte todo.

-Que no haya tanta familia mal constituida, desunida, mal atendida.

-Que no haya desigualdad en la administración de la justicia.

-Que no prevalezca la fuerza sobre la verdad y el derecho.

-Que no prevalezca jamás lo económico y lo político sobre lo humano.

(Juan Pablo II, Santo Domingo, 25 de enero de 1979).    J. Castillo A.

 

DE ESO NADA

   Mientras suben a Jerusalén, Jesús va anunciando a sus discípulos el destino doloroso que le espera en la capital. Los discípulos no le entienden. Andan discutiendo entre ellos por los primeros puestos. Santiago y Juan, discípulos de primera hora, se acercan a Él para pedirle directamente sentarse un día el uno a su derecha y el otro a su izquierda.

   A Jesús se le ve desalentado: No sabéis lo que pedís. Nadie en el grupo parece entenderle que seguirle a Él de cerca colaborando en su proyecto, siempre será un camino, no de poder y grandezas, sino de sacrificio y cruz.

   Mientras tanto, al enterarse del atrevimiento de Santiago y Juan, los otros diez se indignan. El grupo está más agitado que nunca. La ambición los está dividiendo. Jesús los reúne a todos para dejar claro su pensamiento.

   Antes que nada, les expone lo que sucede en los pueblos del imperio romano. Todos conocen los abusos de Antipas y las familias herodianas en Galilea. Jesús lo resume así: Los que son reconocidos como jefes utilizan su poder para “tiranizar” a los pueblos, y los grandes no hacen sino “oprimir” a sus súbditos. Jesús no puede ser más tajante: Vosotros, nada de eso.

   No quiere ver entre los suyos nada parecido: El que quiera ser grande, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero, que sea esclavo de todos. En su comunidad no habrá lugar para el poder que oprime, solo para el servicio que ayuda. Jesús no quiere jefes sentados a su derecha e izquierda, sino servidores como Él, que dan su vida por los demás.

   Jesús deja las cosas claras. Su Iglesia no se construye desde la imposición de los de arriba, sino desde el servicio de los que se colocan abajo. No cabe en ella jerarquía alguna en clave de honor o dominación. Tampoco métodos y estrategias de poder. Es el servicio el que construye la comunidad cristiana.

   Jesús da tanta importancia a lo que está diciendo que se pone a sí mismo como ejemplo, pues no ha venido al mundo para exigir que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos. Jesús no enseña a nadie a triunfar en la Iglesia, sino a servir al proyecto del Reino de Dios desviviéndonos por los más débiles y necesitados.

   La enseñanza de Jesús no es solo para los dirigentes. Desde tareas y responsabilidades diferentes, hemos de comprometernos todos a vivir con más entrega al servicio de su proyecto. No necesitamos en la Iglesia imitadores de Santiago y Juan, sino seguidores fieles de Jesús. Los que quieran ser importantes, que se pongan a trabajar y colaborar.  

José Antonio Pagola (2012)

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