Martes, 16 de Abril del 2024
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23º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B: 9 de septiembre 2018
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Los ciegos verán, los sordos oirán, los mudos gritarán (Is 35,4-7)

*Dios escogió a los pobres para hacerlos ricos en la fe (Stgo 2,1-5)

*Todo lo hace bien: los sordos oyen y los mudos hablan (Mc 7,31-37)

 

CAPACIDAD DE OÍR Y DE HABLAR

Ante los graves problemas, hay dirigentes que son como estatuas:

tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen,

tienen manos y no palpan, tienen pies y no caminan (Sal 115,5ss).

   O, como dice Isaías (56,10s): no venno se dan cuenta de nada…

son perros mudos que no ladran... son perros con hambre insaciable.

   Qué diferente el grito de la gente sencilla al ver las obras de Jesús:

todo lo hace bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos.

 

Suplican a Jesús por un hombre sordo y tartamudo

   En la Decápolis -territorio extranjero- un grupo de personas

suplican a Jesús que ponga sus manos sobre un sordo y tartamudo,

que simboliza a quienes viven cerrados al proyecto de Dios.

   Al respecto, recordemos también que ciertas enfermedades

eran consideradas como un castigo de Dios… Jesús no piensa así:

-aparta al sordomudo de la gente, -pone los dedos en sus oídos,

-con saliva le toca la lengua, -mira al cielo, -suspira (cf. Mc 15,37),

y exclama: Effetá, que significa ábrete. De inmediato, aquel hombre:

empieza a oír y hablar correctamente, y se reintegra a la sociedad.

   Gracias a Jesús, aquel hombre es capaz de comunicarse con todos.

Sin embargo, hoy, muchos de nosotros somos sordos y mudos ante:

-el grito de los campesinos e indígenas que sufren graves injusticias,

-la destrucción indiscriminada de nuestra madre tierra,

-la contaminación del agua que tomamos y del aire que respiramos,

-el capitalismo salvaje que se lleva nuestras riquezas naturales,

   Con la ayuda del Señor, digamos también con palabras y obras:

He visto la opresión de mi pueblo, he oído sus lamentos,

me he fijado en sus sufrimientos, he bajado para liberarlos (Ex 3).

Para ello, recordemos que el día de nuestro bautismo, el celebrante

-tocando con el dedo pulgar nuestros oídos y nuestra boca- dice:

El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos,

te conceda, a su tiempo, escuchar su Palabra y proclamar la fe

Jesús hace oír a los sordos y hablar a los mudos

   Hoy, al ver tanta violencia, injusticia, corrupción, narcotráfico…

¿qué nos impide hablar y denunciar esos y otros problemas?

   Ante el peligro de nuestra vida y la vida de las futuras generaciones,

¿por qué permanecemos indiferentes, haciéndonos cómplices?

   ¿Cuáles son las verdaderas causas para que las personas pobres,

huyan de la miseria producida precisamente por los países ricos?

   ¿Anunciamos la Buena Noticia de Vida plena,

como hace Jesús con palabras, con obras y con gestos audaces?

    Muchas veces preferimos “ser voz de los que no tienen voz”.

Sin embargo, nuestra misión es hacer que los mismos pobres:

-vean lo que sucede a nivel local… nacional… e internacional,

-oigan no la “telebasura”… sino a sus hermanos pobres,

-hablen para que su voz sea escuchada por los responsables,

-sean constructores de su propia liberación.

   Ante estos desafíos, ¿por qué permanecemos ciegos, sordos, mudos?

-Generalmente, porque así nos han educado en el hogar y colegios.

-También, a los pocos ricos que se hacen cada vez más ricos,

les conviene que los pobres sean incapaces de: ver… oír… hablar

-Los que tienen el monopolio de los medios de comunicación,

buscan ganar dinerono informan la verdad de los hechos…

ni forman corriente de opinión para que podamos vivir en fraternidad.

   Sabiendo que estos problemas nos apartan de nuestro destino final,

hagamos todo lo posible para oír la Palabra de Dios que es Vida,

y para anunciarla con palabras y con el testimonio de nuestras obras.

*Aquí está Dios para salvarnos: los ciegos ven... los sordos oyen

los cojos saltan como venados… los mudos gritan (Is 35,5s).

*Llaman a Pedro y Juan y les prohíben terminantemente hablar

y enseñar en nombre de Jesús. Pedro y Juan  responden:

Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído (Hch 4,18ss).

*Hermanos, Dios ha escogido a los pobres de este mundo

para hacerlos ricos en la fe y herederos del Reino que prometió.

Ustedes, en cambio, desprecian a los pobres (2ª lectura).

*Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído,

lo que hemos visto, lo que hemos contemplado y palpado,

es lo que les anunciamos: la Palabra de Vida.

Esta Vida: se manifestó, la vimos, damos testimonio, la anunciamos;

estaba junto al Padre y se nos ha manifestado (1Jn 1,1-2).  J. Castillo

 

CURAR LA SORDERA

   La curación de un sordomudo en la región pagana de Sidón está narrada por Marcos con una intención claramente pedagógica. Es un enfermo muy especial. Ni oye ni habla. Vive encerrado en sí mismo, sin comunicarse con nadie. No se entera de que Jesús está pasando cerca de él. Son otros los que lo llevan hasta el Profeta.

   También la actuación de Jesús es especial. No impone sus manos sobre él como le han pedido, sino que lo toma aparte y lo lleva a un lugar retirado de la gente. Allí trabaja intensamente, primero sus oídos y luego su lengua. Quiere que el enfermo sienta su contacto curador. Solo un encuentro profundo con Jesús podrá curarlo de una sordera tan tenaz.

   Al parecer, no es suficiente todo aquel esfuerzo. La sordera se resiste. Entonces Jesús acude al Padre, fuente de toda salvación: mirando al cielo, suspira y grita al enfermo una sola palabra: ‘Effetá’, es decir, ‘Ábrete’. Esta es la única palabra que pronuncia Jesús en todo el relato. No está dirigida a los oídos del sordo sino a su corazón.

   Sin duda, Marcos quiere que esta palabra de Jesús resuene con fuerza en las comunidades cristianas que leerán su relato. Conoce a más de uno que vive sordo a la Palabra de Dios. Cristianos que no se abren a la Buena Noticia de Jesús ni hablan a nadie de su fe. Comunidades sordomudas que escuchan poco el Evangelio y lo comunican mal.

   Tal vez uno de los pecados más graves de los cristianos es esta sordera. No nos detenemos a escuchar el Evangelio de Jesús. No vivimos con el corazón abierto para acoger sus palabras. Por eso, no sabemos escuchar con paciencia y compasión a tantos que sufren sin recibir apenas el cariño ni la atención de nadie.

   A veces se diría que la Iglesia, nacida de Jesús para anunciar la Buena Noticia de Jesús, va haciendo su propio camino, lejos de la vida concreta de preocupaciones, miedos, trabajos y esperanzas de la gente. Si no escuchamos bien las llamadas de Jesús, no pondremos palabras de esperanza en la vida de los que sufren.

   Hay algo paradójico en algunos discursos de la Iglesia. Se dicen grandes verdades y se proclaman mensajes muy positivos, pero no tocan el corazón de las personas. Algo de esto está sucediendo en estos tiempos de crisis. La sociedad no está esperando “doctrina social” de los especialistas, pero escucha con atención una palabra clarividente, inspirada en el Evangelio y pronunciada por una Iglesia sensible al sufrimiento de las víctimas, que sale instintivamente en su defensa invitando a todos a estar cerca de quienes más ayuda necesitan para vivir con dignidad.            

José Antonio Pagola (2012)

 

 

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