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ESTE ES MI HIJO, ESCÚCHENLE
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2º Domingo de Cuaresma, ciclo C: 21 de febrero del 2016

Gen 15,5-12. 17-18  -  Fil 3,17-4,1  -  Lc 9,28-36

 

ESTE ES MI HIJO, ESCÚCHENLE

   Como siempre, los que poseen poder político y económico,

tienen miedo cuando los pobres son capaces de ver… oír… hablar

En estos casos, como dice el Papa Francisco a los obispos mexicanos,

no debemos dejarnos corromper por el materialismo trivial ni por las

ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa (13 feb.2016).

   Al contrario, los cristianos debemos reconocer a Jesús sufriente,

en los rostros de quienes soportan el peso intolerable de la miseria.

 

Maestro, ¡qué bien estamos aquí!

   Mientras los discípulos “sueñan” con un Mesías poderoso…

Jesús les dice que será condenado a muerte y resucitará al tercer día.

Luego, para anunciarles la victoria de la vida sobre la muerte, sube

a un monte, con Pedro, Santiago y Juan (ellos no aceptan la muerte

de Jesús en Jerusalén… piensan como los hombres no como Dios).

   Pues bien, mientras Jesús ora, su rostro cambia de aspecto. 

Fue entonces, cuando Pedro dice: Maestro, ¡qué bien estamos aquí!;

con esta tentación, Pedro quiere alcanzar la meta sin pasar por la cruz,

dejando allá abajo con sus sufrimientos a los niños, jóvenes y adultos.

*Cuando -en nuestros días- muchos niños y niñas son golpeados

por la pobreza desde antes de nacer… son víctimas de la prostitución,

pornografía, violencia y trabajo infantil… viven abandonados

caminando por las calles… podemos decir: ¡qué bien estamos aquí!

*Cuando muchos jóvenes viven desorientados y frustrados al recibir

una educación de baja calidad… sin oportunidades de progresar

ni de encontrar trabajo… podemos decir: ¡qué bien estamos aquí!

*Cuando muchos hombres y mujeres son privados de sus tierras…

sobreviven con salarios de hambre… están sometidos a fríos cálculos

económicos… con dificultades para organizarse y defender

sus derechos… y al ser ancianos son abandonados y excluidos

del sistema consumista… podemos decir: ¡qué bien estamos aquí!

(Cf. Puebla, n.31-39; Santo Domingo, n.178; Aparecida, n.65 y 402).

 

Este es mi Hijo elegido, escúchenle

Lo que se dice de México, vale también para otros países cristianos…

El 2006 -dice Mons. Raúl Vera L.- un grupo de obispos mexicanos

presentamos al Papa Benedicto XVI un informe sobre la situación

de la Iglesia en México, diciéndole que había: injusticia, pobreza,

desigualdad, violencia, crimen organizado infiltrado en las estructuras

del gobierno, sufrimiento de la gente. Él nos respondió: Explíquenme,

cómo es que habiendo tantos millones de católicos en México, están

ocurriendo estas cosas…cómo los están formando ustedes… qué está

haciendo la Iglesia… (Cf. El Economista, 15 febrero 2016).

  Hace más de veinte siglos, Jesús se transfiguró en un monte. Desde

entonces, Dios Padre nos dice: Este es mi Hijo elegido, escúchenle.

Pero, ¿qué hemos hecho de las enseñanzas y obras de Jesús?

¿Bastará realizar ciertos ritos rutinarios solo por “cumplo-y-miento”?

¿Seguimos el ejemplo de Jesús al tratar con niños, jóvenes y adultos?

*Un día, le traen unos niños para que los bendiga, pero sus discípulos

reprenden a esas personas. Viendo esto, Jesús les dice: Dejen que los

niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios

pertenece a los que son como ellos. Les aseguro, el que no recibe

el Reino de Dios como un niño, no entrará en él (Lc 18,15ss).

*Tratándose de los jóvenes… cierto día, en la ciudad de Naín, llevan

a enterrar al hijo único de una madre viuda. Jesús ve, se compadece,

toca el ataúd y dice: Joven, a ti te digo, levántate (Lc 7,11ss).

-En casa de Jairo, Jesús dice: Ella no ha muerto, está dormida. Luego,

tomándola de la mano, le ordena: Muchacha, levántate (8,49ss).

-En la parábola del Padre misericordioso, el hijo menor que vive en la

miseria dice: Me levantaré e iré a la casa de mi padre…(Lc 15,11ss).

*El programa que Jesús anuncia en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,18s)

es Buena Noticia para hombres y mujeres pobres, ciegos, oprimidos.

Ahora bien, lo que Jesús anuncia, lo pone en práctica. Al respecto,

reflexionemos en la respuesta de Jesús a los discípulos del Bautista:

Vayan y díganle a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven,

los cojos andan, los sordos oyen, los muertos vuelven a la vida,

a los pobres se les anuncia la Buena Noticia. Y felices aquellos

que no dudan de mí después de haberme visto (Lc 7,21ss). 

   Si escuchamos las enseñanzas de Jesús y las ponemos en práctica,

seremos felices (Lc 11,28) y diremos: ¡Qué bien estamos aquí!

J. Castillo A.

 

ESCUCHAR A JESÚS

   Los cristianos de todos los tiempos se han sentido atraídos por la escena llamada tradicionalmente “La transfiguración del Señor”. Sin embargo, a los que pertenecemos a la cultura moderna no se nos hace fácil penetrar en el significado de un relato redactado con imágenes y recursos literarios, propios de una “teofanía” o revelación de Dios.

   Sin embargo, el evangelista Lucas ha introducido detalles que nos permiten descubrir con más realismo el mensaje de un episodio que a muchos les resulta hoy extraño e inverosímil. Desde el comienzo nos indica que Jesús sube con sus discípulos más cercanos a lo alto de una montaña sencillamente para orar, no para contemplar una transfiguración.

   Todo sucede durante la oración de Jesús: Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió. Jesús, recogido profundamente, acoge la presencia de su Padre, y su rostro cambia. Los discípulos perciben algo de su identidad más profunda y escondida. Algo que no pueden captar en la vida ordinaria de cada día.

   En la vida de los seguidores de Jesús no faltan momentos de claridad y certeza, de alegría y de luz. Ignoramos lo que sucedió en lo alto de aquella montaña, pero sabemos que en la oración y el silencio es posible vislumbrar, desde la fe, algo de la identidad oculta de Jesús. Esta oración es fuente de un conocimiento que no es posible obtener de los libros.

   Lucas dice que los discípulos apenas se enteran de nada, pues se caían de sueño y solo al despertar, captaron algo. Pedro solo sabe que allí se está muy bien y que esa experiencia no debería terminar nunca. Lucas dice que no sabía lo que decía.

   Por eso, la escena culmina con una voz y un mandato solemne. Los discípulos se ven envueltos en una nube. Se asustan pues todo aquello los sobrepasa. Sin embargo, de aquella nube sale una voz: Este es mi Hijo, el escogido. Escuchadle. La escucha ha de ser la primera actitud de los discípulos.

   Los cristianos de hoy necesitamos urgentemente “interiorizar” nuestra religión si queremos reavivar nuestra fe. No basta oír el Evangelio de manera distraída, rutinaria y gastada, sin deseo alguno de escuchar. No basta tampoco una escucha inteligente preocupada solo de entender.

   Necesitamos escuchar a Jesús vivo en lo más íntimo de nuestro ser. Todos, predicadores y pueblo fiel, teólogos y lectores, necesitamos escuchar su Buena Noticia de Dios, no desde fuera sino desde dentro. Dejar que sus palabras desciendan de nuestras cabezas hasta el corazón. Nuestra fe sería más fuerte, más gozosa, más contagiosa.       

José Antonio Pagola (2013)

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